Los gatos del sastre
Cerca de la sexta avenida, una calle antes del parque central; Trajes a medida, de satín o algodón, de poliester o cashmir. Todos a buen precio y la ojeada sin compromiso. Don Mita sentado en una silla de madera de pino, vieja y gastada de treinta años de uso, frente a la vieja máquina de coser de pedal metálico y carretes enormes; de madera reluciente bien conservada.
Estaba haciendo un traje de poliester gris con acabados blancos para el novio del primer sábado del mes siguiente. para la novia un vestido blanco estilo catedral, de fina seda y un poco de algodón. Los trajes a poco iban avanzando, ya faltaban solo tres semanas para la entrega final.
En la pequeña entrada, de un lado a otro tres colas se movían con entuciasmo pasmado viendo a la gente que pasaba por la calle. Seis ojitos se abrían y se cerraban sonrriendo con sus bigotes. Sus patitas frente a sus peludoscuerpos, sentados en fila cuidando el pórtico. Guyo, Tico y Cami eran los nombres de esos tres hermosos gatos.
Guyo, un gato peludo de color dorado con una pequeña mancha marrón en su ureja derecha, era el mayor de los tres. Tico era el mediano, con su hermosos pelaje barcino marrón cenizo. En cambio Cami era el más pequeño, de pelaje blanco como la nieve.
Don Mita amaba a sus gatos, decía que eran sus pequeños angeles. Cada mañana al levantarse, sacaba tres tazones cn los nombres de cada gato en un tazón cada ono. Lo llenaba de concentrado para gato y un poco de leche en otro tazón más pequeño.
Cada gato tenía su propio collar color rojo con una placa dorada con sus nombres grabados. Los gatos dormían en un cuartito especial, equipado para cubrir las necesidades basicas de todo gato; pero había algo realmente inusual y extraordinario, había un inodoro pequeño en un rincón de la habitación en vez de una caja de arena. Estos gatos eran conocidos por todos los vecinos y clientes frecuentes de Don Mita, por ser los gatos más limpios y educados jamás antes vistos.
Cuando tenían ganas de hacer sus necesidades, iban al cuarto y utilizaban el pequeño inodoro, al terminar jalaban una pequeña cuerda que colgaba al lado donde suele estar la palanca de un inodoro normal.
Eran gatos especiales pero no solo por ese aspecto de pulcritud sino que también por el amor a su dueño.
Cierto día Don Mita se preparaba para salir al mercado central y la zona viva del centro para conseguir los últimos detalles del pedido de los novios. Faltaba tul brillante para el vestido y satín para el traje del novio.
Don Mita era conocido por su buen gusto al vestir con sus pantalones de tela de algodón a la medida y sus camisas de manga larga acompañado de un sombrero de ocasión y mancuernillas de madera muy antiguas.
Dejó a sus tres gatos a cargo de la vigilancia del negocio en su ausencia. Muchos creían que era completamente irresponsable dejar a cargo a tres animales.
Dejó pues a cargo a Guyo, Tico y Cami. Estos gatos sabían de su deber ya que rondaban la casa de habitación en habitación buscando algo sospechoso.
Tico solía acurrucarse en la silla frente a la máquina de coser y esperar a que su amo regresara. Guyo solía sentarse frente a la ventana bien atento sin moverse hasta la hora de comer. Cami en cambio era muy imperactivo y no podía quedarse quieto. Jugueteaba por toda la casa pero sin hacer ningún desorden significativo.
Pasada una media hora desde la salida de Don Mita, llegó la hora de comer y los tres gatos se reunieron en el cuartito. Comieron hasta llenarse.
Guyo regresó a su posición en la ventana, Tico a la silla y Cami se quedó en el cuartito para tomar una siesta.
El día avanzó hasta caer la noche, los tres guardianes sabían que su amo solía tardarse hasta la media noche en volver, pero no más que eso.
La noche transcurría y ya se acercaba la madrugada y Don Mita no había regresado. Guyo no se había movido de su puesto y ya empezaba a preocuparse. Comenzó a maullar frenéticamente hasta que los otros dos llegaron corriendo. Guyo salió de la casa por el patio trasero y ya no regresó.
Pasó una semana desde que Guyo y Don Mitadesaparecieron. Los otros dos gatos esperaban en la misma posición. Pasó un mes y la Policía ya había legado a la casa y llevado a los gatos a la veterinaria para que los cuidaran y les buscaran hogar.
En las noticias salía que había otro desaparecido por extorsión y que probablemente ya no aparecería vivo.
Un lunes por la madrugada Doña Clarita vendía frutas y desayunos casi frente al negocio de Don Mita y se preparaba para abrir su negocio. La mañana estaba fría, había neblina por el sereno y apenas estaba saliendo el sol.
Doña Clarita vió que entre a neblina por la sexta venía una pequeña sombra, que era difícil saber de qué o quién era por la posición del sol. Poco a poco conforme iba acercándose la sombrita, apareció la silueta de un gato moviendo la cola pasmadamente, unas patitas peludas y unos bigotes que sobresalían. Era Guyo y venía jalando algo pesado con sus pequeños hombros, era Don Mita a quién jalaba el gato, venía recostado en un carrito con ruedas atados al gato con una cuerda.
Doña Clarita estaba perpleja de lo que estaba viendo, corrió para auxiliarlos y lamó a la ambulancia. Al cabo de unos minutos legaron las ambulancias, la Policía y el Ministerio Público para ver lo que había pasado. Cuando llegaron al lugar, todos se asombraron al ver al pequeño gato amarrado al carrito con su dueño mal herida atrás.
Al trasladar a Don Mita al Hospital, los reporteros no dejaba de preguntar y de asombrarse al escuchar la historia de Doña Clarita y de la Policía. La historia se corrió por todo el país “gato salva a su amo”, “Guyo el gato héroe”. Pero para Don Mita Guyo era su ángel guardian.
Al cabo de dos semanas le dieron de alta a Don Mita ya que solo había recibido un golpe en la cabeza al caerse pero nadada para alarmarse.
Don Mita cogió a su pequeño angel y se lo llevó a casa. Al llegar llamó a sus otros angeles pero no respondieron, buscó desesperadamente por toda la casa y sus alrededores hasta que un vecino le dijo que se habían llevado a los gatos a una veterinaria a dos cuadras de allí.Don Mita corrió a la veterinaria y al entrar vio a sus dos angeles en una jaula, le dijo al encargado que eran de él y se los llevó.
La vida es una bendición pero para Don Mita era más que eso.
Pasaron unos años y Don Mita se le llegaba el momento de partir al igual que a Guyo que ya era un gato de edad avanzada.
El día estaba próximo, Don Mita enfermó y lo llevaron al hospital y sus últimos momentos dijo: “Mi ángel Guyo reposará a mi lado junto con mis otros tesoros, mis dos peludos guardianes”.
El día llegó, un lunes por la madrugada Don Mita falleció y a su lado Guyo se acurrucó hasta que su pequeño pero gran corazón dejó de latir.
Su muerte fue noticia en todos los noticieros, mucha gente llegaba allá en el cementerio general y se sorprendían al ver que a la par de su nicho había otro más pequeño y frente a las tumbas decía: “Mi pequeño ángel Guyo, mi hemoso gato”. Nadie comprendía porqué el gato estaba enterrado en el mismo lugar a excepción de una sola persona.
Doña Carita llegaba todas las mañanas con una bolsa de concentrado para gato y leche fresca al cementerio general. Un reportero la vió de casualidad y la decidió seguir cautelosamente. Al ver lo que parecía ser una visita normal al cementerio, quedó perplejo al ver que encima de las tumbas habían dos gatos acurrucados que movían sus colas y sonreían con sus ojitos.
El reportero tenía mucha curiosidad y se acercó a Doña Clarita para preguntarle qué era lo que hacían los gatos sobre esas tumbas. La mujer muy sonriente dijo: “Son los gatos del satre, sus angeles guardianes”.
Pasaron años y Tico y Cami nunca abandonaron esas tumbas hasta que también perecieron. Los dos gatos fueron enterrados a la par de su dueño como el difunto hubiera querido.Los rumores cuentan que allá en la sexta, todos os lnes en la madrugada se ve la silueta de un señor de sombrero con tres gatos caminando en fila pero al dicipar la neblina desaparecen.
Otros dicen que allá en el cementerio se oyen a tres gatos maullando una serenata todas las noches y se aparece un señor acariciándolos bajo el cielo nocturno.
Muchos creen en lo que oyen o leen en cuentos de ficción pero nunca piensan en la moraleja de una buena historia “En la vida siempre hay alguien que nos proteje y nunca nos abandona”.
BY: LISBETH VALDEZ
BY: LISBETH VALDEZ
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